El día en el que el golf desbancó al fútbol

Momento de la inauguración de la instalación.

Y tras 60 kilómetros de monotonía serpenteante en la carretera de Valencia, un valle humeante destaca como una aparición divina. La comarca de Las Vegas se despereza entre la niebla y la ilusión. Esta zona ubicada en el sureste de la Comunidad Madrileña no vive sus años más fértiles. Brea del Tajo apenas supera los 500 habitantes, pero hoy es un día especial.

Dos porterías de fútbol permanecen arrinconadas en lo que próximamente será un espacio para la petanca, a su alrededor niños zarandeándose en los columpios, señoras que van y vienen con prisa, faenando en un refugio de madera. Ancianos del pueblo visten sus mejores galas. La ‘berlanguiana’ escena va tomando color; el guardia civil, el párroco, el alcalde… el calor de octubre aprieta y los vecinos se van agolpando frente al nuevo Centro Deportivo Seve Ballesteros. Carmen Balleteros no da abasto a repartir pulseras de la Fundación Seve Ballesteros, mientras su hermano Miguel saluda a los invitados en otro refugio decorado con las fotos de su padre. Carmen Botín contempla la escena junto a una emocionada Maria Acacia López-Bachiller (gran culpable de este milagro). Carmen toma distancia en todo, cediendo el protagonismo a sus hijos. Toda la actividad fluye frente al perfectamente perimetrado verdor del césped artificial que contrasta con el duro marrón de la comarca. Hay hoyos, zonas de juego corto, putting-green y una red contra la que poder pegar golpes largos. Mohamed mira su nuevo campo como si estuviera en Augusta National. «Yo he estado en Valderrama, eh?», interrumpe ofendido cuando le preguntamos si ha jugado alguna vez en algún campo. Allí, hace un par de años retó al mismísimo Sergio García a jugar unos hoyos en el putting-green que lograron levantar en el patio de su colegio y allí conoció a su amigo Pelayo. Dos diferentes realidades con una ilusión común. Entonces contamos su historia en este enlace.

Mohamed es diferente a cualquier niño de 13 o 14 años de edad, no sueña con ser Messi ni Ronaldo, hasta ahora pegaba golpes en un rastrojo frente a su casa imaginándose Sergio García o Jon Rahm. «No me gusta el fútbol», comenta sin pudor y sin perder la sonrisa. Él y otros 20 niños de Brea se plantaron en el despacho del señor alcalde hace un par de años; «llamaron a mi despacho y se presentan veintitantos niños para hablar conmigo», comenta Rafael Barcala, alcalde de Brea del Tajo. «Querían transformar el campo de fútbol en campo de golf, aquello era económicamente inviable», sentencia. En aquel momento se conformaron con un putting green en el patio del colegio, pero la lucha continúo hasta este domingo de octubre, donde oficialmente Brea del Tajo dejó de tener un campo de fútbol, para estrenar una instalación de golf con el nombre además del mítico Severiano Balleteros, y es que las dificultades económicas del proyecto se solucionaron gracias a la ayudas de la Federación de Golf de Madrid y a la Fundación Seve Ballesteros. «Pero vamos a seguir nuestro sueño, queremos un campo grande», amenaza Mohamed. Él no tiene la suerte ni los recursos de otros compañeros que tras descubrir el golf en Brea emigraron al campo de Negralejo donde incluso obtuvieron sus licencias federativas.

El alcalde, los profesores, el cura bendice el campo, una señora se desmaya y el presidente de la Federación Madrileña acude raudo en su condición de médico. Un susto sin consecuencias. A los 15 minutos todo el pueblo está ya pateando. En la instalación se mezclan niños pegando latigazos al aire con sus palos de golf, ante la desesperación de los monitores de la federación que intentan que ningún pequeño termine con la frente abierta. En la otra parte, un grupo de octogenarios intenta patear con un hierro. «Soy ya muy mayor, hijo», Juan mira desde la distancia el entusiasmo que despierta esta nueva actividad en el pueblo, pero no se anima a probar. Esta previsto que en el nuevo campo confluyan los niños del colegio Rural de Los Olivos, los ancianos del Centro del Día y los problemáticos chavales del Centro de Reinserción de Menores Teresa de Calcuta ubicado también en el pueblo. «Es muy bueno para el pueblo, todos están ilusionados», afirma Juan satisfecho, aunque no le convencemos para que empuñe un palo. «Mi padre estaría muy orgulloso de que el golf haya llegado hasta Brea del Tajo», comenta emocionado Miguel Ballesteros, antes de que la gigantesca paella culmine la celebración de un día donde el golf, por primera vez, pudo derrotar al futbol. El arroz está en su punto, los corrillos se suceden animados por la limonada, mientras, lanzo la última mirada a los dos porterías abandonadas en un rincón del Centro Deportivo Severiano Ballesteros.