Kuchar, el dadivoso

Recuerdo perfectamente el 23 de mayo de 2002, era mi primera temporada retransmitiendo torneos del PGA Tour y aquel día falleció Sam Snead. No se muy bien porque pero dentro de los clásicos, era uno de mis favoritos. Devorando la programación del obituario del ganador de 82 torneos del Circuito Americano, me enganchó una entrevista en la que humildemente se definía como ‘un granjero de Hot Springs’. En un momento donde el entrevistador valoró la modestia del entrevistado e hizo referencia a sus múltiples acciones benéficas. Snead permaneció en silencio reflexionando durante unos segundos, resopló y visiblemente emocionado sentenció:

He comprado órganos para iglesias, y a veces casas y coches para gente, pero esa no es la verdadera caridad, porque siempre esperaba que me dieran las gracias-, tras otro expresivo silencio, Snead volvió a tomar la palabra interrumpiendo al periodista:

la verdadera caridad no es así, todo lo hacía porque esperaba algo a cambio, mi ego lo esperaba…»– la verdad es que su respuesta me dejó tan en shock como al entrevistador.

El desenlace presuntamente feliz del ‘Tucangate’ en el que se vio envuelto Matt Kuchar en Mayakoba me ha hecho de alguna forma recordar las crudas y verdaderas palabras de Snead y reflexionar sobre el valor de la rectificación del norteamericano.

Supongo que cuando El Tucán vea la transferencia de los 50.000 dólares en su cuenta le será indiferente si es la presión social lo que le ha movido a restaurar su injusta nómina de trabajo por la victoria en el Mayakoba Golf Classic; o si el acto de Kuchar es en realidad de egoísmo por salvaguardar su propia imagen y evitar las mofas y cantos burlones que comenzaban a oirse en algunos campos sustituyendo al tradicional ‘Kuchhhhhh’. Todos contentos. El Tucán vivirá este 2019 más desahogado, Kuchar se mirará al espejo reconociendo a un hombre profundamente dadivoso, la prensa seguirá alabando su gesto y el público volverá a divertirse con las onomatopeyas de su apellido. Asunto arreglado. Es entonces cuando más valor le doy a las palabras de San Snead. No culpo a Kuchar (a pesar de que su rectificación llegó después de reafirmarse dos veces en el raquítico finiquito a su caddie de 5.000 dólares), ni al publico, ni a la prensa, ¿cuántos hubiéramos actuado igual que Kuchar?. Simplemente me reafirmo en lo falso que es este gran escenario de cartón piedra en el que vivimos. De la alguna forma, ya lo intuía Snead.