Es una historia tan dura como real. Era el 19 de agosto de 2008 y Jorge estaba disfrutando de su pasión como cualquier otro día. Llegó al hoyo 9 del campo navarro de Gorraiz cuando el reloj marcaba las 18.00 horas, todo fue cuestión de un segundo, una bola desviada, un golpe seco y Jorge cayó de inmediato al suelo, consciente pero inconsciente de que su vida había cambiado para siempre. El relato es brutal. Jorge percibió la gravedad del accidente cuando recogió su propio ojo de la hierba. Un buggie lo llevó a la casa club donde llegaría la ambulancia. Lo siguiente que recuerda fue tener que tomar morfina para soportar el dolor físico, pero había un dolor peor, el psíquico de tener la certeza que tendría que vivir el resto de sus días con la visión de un sólo ojo.
La siguiente parte de la historia no es menos dura, seis operaciones un ir y venir al hospital, médicos, psicólogos. Al mes le recomendaron que volviera a jugar al golf. Gracias a la prescripción médica y una voluntad de hierro, Jorge volvió a pisar un campo de golf de nuevo. «Fue una sensación rara'», nos describe…: «los espacios, la profundidad de campo…todo era diferente». Aquel maldito día del bolazo Jorge manejaba un handicap de 1’5. El día de su vuelta en su vuelta al golf con la visión de un sólo ojo no fue capaz de bajar de 120 golpes.
El duelo en estos casos suele ser de tres años, aunque Jorge necesitó menos tiempo para dejar los tratamientos psicológicos, sin embargo hoy en día se arrepiente y hay momentos que todavía paga «esa valentía mal entendida». El seguro de Reale asociado a la licencia federativa de golf cubrió todos los gastos médicos y los relacionados con las operaciones y tratamientos. «En ese sentido no tuve ningún problema, iba pagando los gastos y mi abogado acumulaba las facturas, que luego, me reembolsaron». Además cobró una cantidad de dinero en concepto de indemnización, que ni de lejos llega a cubrir todo el sufrimiento y las consecuencias del accidente, pero Jorge aceptó sin discusión ya que su prioridad era ‘pasar página’ y adaptarse a su nueva vida. Quizás uno de los peores momentos fue la conciliación entre las aseguradoras donde el causante del accidente tuvo las pocas agallas de negar su responsabilidad.
Desde su experiencia Jorge anima a todos los golfistas a que sigan disfrutando de su pasión pero con la mínima precaución que demanda un deporte que puede llegar a provocar situaciones peligrosas. Es cuestión de detalles, de no confiarse o unas simples gafas de sol, podrían salvarte la vista o incluso la vida.
Después de 10 años de aquella tarde de golf que le cambió la vida, Jorge Sáenz de Urturi lleva un vida normal; con el golf como una de las partes importantes de su día a día. ‘Ya no juego como antes’, dice Jorge con modestia que además de buen jugador, es presidente del campo de Rioja Alta Golf Club. Actualmente cumple su handicap 4,5. Su accidente cambió algunas cosas y reconoce que hay situaciones como el búnker, donde «impactar bien a la bola es una lotería». Sin embargo con la visión de dos ojos o con uno, el golf sigue dándole la oportunidad de jugar con sus amigos, de viajar, de disfrutar de la naturaleza e incluso de mejorarse a sí mismo. Como a tantos otros, el golf le sigue dando la oportunidad de ser feliz.