Recuerdo aquella entrevista, una de las primeras que hice para la extinta Golf Digest España. Mi jefe entonces Oscar Maqueda me envió a un campo a las afueras de Madrid para hablar con la presidenta de la Real Federación Española. Serían 15 minutos de charla y una secuencia de fotos de su swing. Estaba recién salido de la universidad y poco entendía de labores federativas pero Emma me conquistó. Fue un cuarto de hora intenso; ella terminó haciéndose las preguntas y respondiendo e indicando al cámara como tenía que hacer las fotos. Un torbellino, una personalidad movida sobre todas las cosas por la pasión al golf. A la vuelta se ofreció a llevarme a la redacción y durante todo el trayecto nos acompañó un intenso olor a quemado y varias bocinas de coches que sonaban a nuestro paso. Emma protestaba, ninguno de los dos advertimos que hicimos el trayecto con el freno de mano puesto.
Seguramente Emma Villacieros se habrá equivocado muchas veces, es posible que tomara decisiones no del gusto de todos, estoy convencido de que su cabezonería le perjudicó en otras tantas ocasiones como le benefició en muchas. Pero nadie pudo ni podrá decir que todo lo que movió su vida fue la pasión por este deporte. El golf fue todo. A ella le debemos un trozo de la Ryder Cup de Valderrama, una parte importante de que el golf es ya olímpico (fue una de sus obsesiones) o que tengamos el Centro Nacional de Golf que lleva su nombre. En definitiva, el golf es en España lo que es gracias en parte a Emma Villacieros.
Normalmente consiguió lo que se propuso; recuerdo como Emma fue capaz de traer a John Daly al Open de España en 2008 y hacerle firmar un acuerdo en una servilleta arrugada durante el torneo de Mayakoba, o un Proam donde la presidenta compartió 18 hoyos con Ernie Els; después de que el sudafricano errara un approach, Emma, ante la mirada atónita del jugador, comenzó a explicarle de forma muy gráfica lo que había hecho mal en su golpe, la presidenta fue más allá y puso una bola en el lugar exacto del error replicando el approach de ‘Big Easy’ con la fortuna y las buenas manos de tantos y tantos años de golf que la bola terminó desapareciendo en el hoyo ante el alboroto de todos y las risas de Els. Así era Emma. La mujer que fumaba en los sitios más inverosímiles y prohibidos, a la que no se lo ponía nada por delante. Se empeñó en que el SM El Rey inaugurara el Centro Nacional y allí estuvo el día de su puesta de largo Don Juan Carlos.
Emma murió un poco cuando dejó la presidencia y un mucho cuando Toni, su compañero inseparable de vida, se marchó.
Reconforta recordar la última vez que la ví, abrazada a Jon Rahm en el último Open de España en su querido Centro Nacional, la sonrisa no se borraba de su boca. Un bonito consuelo; Emma se fue con la satisfacción de contemplar parte de su legado; su campo abarrotado y un ganador formado en los cimientos de su querida federación. Gracias por todo Presidenta. DEP.