Siempre nos quedará Paris

Los originales tees de salida (Photo by Stan Badz/PGA TOUR/IGF)

Mientras se consume la llama de los juegos menos olímpicos de la historia, la delegación golfística española hace las maletas con la esperanza de reconciliarse, dentro de tres años, con el Barón de Coubertín. Todo lo que podía salir mal, fue peor. Solo quedó la ilusión y motivación de los que fueron, aunque la actitud no sería suficiente ni siquiera para merodear una remota opción de medalla. En los tiempos que corre el golf olímpico, tener actitud, ganas y motivación, no parece poco. Lo afirma uno al que aún se le eriza la piel con la sintonía olímpica correspondiente, que es capaz de trasnochar cada cuatro años para ver tiro con arco o balonmano, que en los últimos días se quedó hipnotizado viendo en Eurosport a horas intempestivas a un tíos trepando por una pared o haciendo cabriolas con un monopatín. Si tuviera menos kilos y más tiempo, mañana mismo me apuntaba a un rocódromo. Lo tiempos cambian y convencido estoy de que veremos a frikis matando zombies con un joystick bajo el amparo del COI, y allí estaré yo delante de la tele, y es que la etiqueta de los cinco aros de colores lo pone todo en valor.

Bajas Olímpicas

Pero no para todos; Dustin Johnson, Brooks Koepka, Patrick Cantley, Tyrel Hatton, Fitzpatrick, Lee Westwood, Adam Scott, Wiesberger, Kaymer, Grillo, Sergio García, Rafa Cabrera-Bello, etc…,. la lista es tan larga como dolorosa. Toda decisión es respetable, tanto, como la propia opinión de un servidor que se atreve a calificarla de egoísta.

El golf, su desarrollo y popularidad debería estar por encima de argumentos como que no es un deporte con tradición olímpica o que el calendario veraniego está ya lo suficientemente recargado. Razonamientos todos válidos, que deberían quedarse en anécdota ante la magnitud y oportunidad de formar parte de la historia del olimpismo. Es el mismo golf que necesita pertenecer a los juegos, el que ha hecho multimillonarios a muchos de los ‘trásfugas olímpicos’ que viajan cada semana en avión privado. Pregúntenle a que sabe una medalla a Alberto Ginés, que tenía cinco horas de coche para poder subir a una pared decente y mejorar sus entrenamientos, o a la tiradora Fátima Gálvez, enfermera de profesión que antes de subirse al podio de Tokyo estuvo a punto de abandonar por falta de apoyos económicos. Qué les hable de sentimiento Olímpico Pau Gasol, con sus tres medallas bajo el brazo, Campeón del Mundo, de Europa y dos anillos de la NBA, o el entusiasmo de estar en Tokyio de Neymar, al que su club le impidió competir.

Hay veces que simplemente levantando la vista de tu ombligo y echando un vistazo a tu alrededor, encuentras las respuestas. Así le sucedió a Rory Mcilroy o Justin Thomas; ambos, con solo darse un paseo por la Villa Olímpica, rectificaron y entendieron lo que significa ser parte del evento deportivo más importante del mundo. Actitudes que me reconcilian para la cita de dentro de tres años, ojalá el golf (sobre todo masculino) tenga el torneo que el olimpismo y nuestro deporte se merece. Porque siempre nos quedará Paris.