Ni siquiera la eclosión del efecto Molinari parecen apaciguar la tensa situación de Roma y la Federación Italiana de Golf como sede la Ryder Cup de 2022. Continúan las dudas con respecto a la capacidad financiera para cumplir con todos los compromisos adquiridos por parte de la candidatura italiana que derrotó en 2015 a España y Alemania. Primero llegó la eliminación por parte del senado italiano de de la enmienda que proporcionaba unas garantías de 97 millones para el evento. A ese varapalo financiero, hay que añadir la difícil situación de las cuentas de la Federación Italiana de Golf, que suma unas pérdidas de cerca de seis millones de euros en los últimos dos años; el agujero se debe fundamentalmente a tener que soportar los 7 millones de premios del Open de Italia, perteneciente a las Rolex Series (uno de los requisitos para ser sede Ryder Cup). Lo peor es que a la federación le quedan 9 años más en el horizonte de compromiso con el torneo.
Como medida de urgencia para intentar equilibrar el desfavorable balance, la federación italiana subió 25 euros la cuota de licencia federativa cuyo precio es ahora de 100 euros. Una medida que resulta un poco contrasentido, teniendo en cuenta que uno de los objetivos de acoger una Ryder Cup son los planes de promoción y desarrollo del deporte del golf, que no resultan demasiado accesibles teniendo en cuenta que el nuevo jugador de golf tendrá que pagar 100 euros por federarse. Por su parte desde la Federación recuerdan que una de las ventajas del federado es la asistencia gratuita al Open de Italia. El número de federados italianos asciende a 90.200, y habrá que esperar al cierre de 2018 para ver si los triunfos de Francesco Molinari han pesado más que el incremento de precios.