Paseaba ayer por la mañana por la quinta avenida, cuando me sorprendía un gigantesco cartel felicitando a Brooks Koepka de una de sus marcas comerciales. Nada debería quitar valor al norteamericano, es un currante, lo cierto es que ha sido un Us Open extraño. No pasará a la historia precisamente como la mejor competición organizada por la USGA.
Vamos a empezar por el principio; los atascos… te ‘venden’ el hotel oficial de la prensa, a 70 millas del campo y a 200 dólares la noche. El plan ya de por sí no resultaba muy apetecible, pero si le sumas todos los días una hora más de atasco de media, el asunto se torna ya en pesadilla. Tampoco hablaré de algunas dificultades sufridas para desempeñar nuestro trabajo en el campo. Centraré mis reflexiones en el famoso sábado por la tarde.
Hace algunas semanas en la USGA convocó a la prensa en el ‘Media Day’ del torneo para jugar 18 hoyos en Shinnecock Hills. Tras la jornada, Mike Davis prometió a los medios que no volverían a cometer los errores de 2004. inexplicable. El sábado ‘horribilis’ volvía a comparecer Davis para tratar de dar una explicación de lo sucedido; ‘el viento nos volvió a sorprender’ aseguró. Cierto es que la tarde fue más ventosa que la mañana, pero por Long Island no pasó ningún ciclón, huracán, ni siquiera galerna. La compensación de la USGA fue poner el campo los más accesible posible el domingo (vimos una tarjeta de 63 golpes). Para mí un US Open no es ni la tarde del sábado ni mucho menos lo vivido el domingo. El Us Open debería ser un torneo duro, donde gradualmente el campo enseñe sus dientes para llegar a la culminación el domingo, todo dentro de unos limites. La USGA se cargó el torneo, pero tampoco tuvo el coraje de reconocerlo.
Con respecto a Mickelson, se ha escrito ya mucho; sólo diré en estos días he estado recabando opiniones de jugadores, árbitros y gente del golf y la abrumadora mayoría cree que tenía que haber sido descalificado. Todos menos la USGA…señores tienen 12 meses para reflexionar. Nos vemos en Pebble Beach.