Paquito en el green del 15

Augusta es el torneo donde los espectadores se llaman patronos, donde los segundos nueve hoyos no pueden denominarse en inglés «back nine» porque suena vulgar, donde no se puede correr, ni tumbarse en la hierba, donde el único mobiliario permitido son las oficiales sillas verdes que venden en el club, no se puede gritar y los móviles….¡sacrilegio!. Hace unos cuantos años fui impotente testigo de como echaron a un compañero que simplemente miró la pantalla de su teléfono. Era el primer día de torneo tuvo que volver a España con una restricción de cruzar Magnolia Lane de por vida.  

Pero la edición 2010 pasará a la historia y no por la victoria de Phil Mickelson. Viví entonces uno de los momentos más surrealistas y únicos de la historia de Augusta National. Era una mañana de sábado calurosa y como siempre, antes del directo inspeccionamos el campo, apretaba fuerte el calor georgino, así que hicimos un alto para refrescarnos con una limonada en la casa-club, allí frente a mi amigo Andres Torrubia que nos acompañaba en aquella ocasión, mi expresión cambió por completo…Andres se sobresaltó al ver mi mirada descompuesta, colgando de su cuello un cordón oscuro que sostenía a la altura de su pecho un gigantesco teléfono móvil, para mí,en esos momentos, el mas grande del mercado, yo diría que el más grande de la historia. El sofoco y despiste inicial culminó en risas. Torrubia se había paseado durante hora y media por todo el campo teléfono en ristre, olvido afortunadamente sin consecuencias.  

Segundo ‘golpe de suerte’

Felicitándonos de nuestra suerte reprendimos el camino de vuelta al set de retransmisiones y al pasar por el hoyo 15, decidimos subir a las gradas para ver llegar a José María Olazábal. No fue fácil encontrar dos sitios juntos y allí castigados por el sol y el gentío divisamos al bueno de José Mari en la ontanaza aproximándose al green. De pronto un pequeño rumor en forma de politono me despista…miro a mi alrededor…suena lejano… – otro como el capitán Torrubia- pienso. Pronto el molesto soniquete va creciendo en intensidad, cada vez a mayor volumen, y ante la sorpresa de la gente que comienza a girarse identifico los acordes del mítico tema «Paquito Chocolatero»…no doy crédito, pero ya no hay duda, se oye claro, fuerte y cerca, muy cerca, el sonido proviene del bolsillo de Torrubia. El momento coincide con el paso de Olazabal, no quiero ni mirar…de pronto imagino que nuestros vecinos de grada de Wisconsin, Nueva Jersey o donde quiera que sean, se levantan y se hermanan abrazados, cada uno rodeando el cuello de su compañero y de frente al puente de Sarazen y tras el espeluznante solo de trompeta del temazo creado por Gustavo Pascual Falcó en 1937, gritán fuera de sí y al unísono el clásico estribillo ‘EH, EH, EH’ con un acompasado, brusco y reverencial movimiento de espalda hacia adelante.

De pronto imagino que nuestros vecinos de grada de Wisconsin, Nueva Jersey o donde quiera que sean, se levantan y se hermanan abrazados, cada uno rodeando el cuello de su compañero y de frente al puente de Sarazen y tras el espeluznante sólo de trompeta del temazo creado por Gustavo Pascual Falcó en 1937, gritán fuera de sí y al unísono el clásico estribillo ‘EH, EH, EH’ con un acompasado, brusco y reverencial movimiento de espalda hacia adelante.

Una banda sonora cañí que termina de motivar a Olazabal para lograr un birdie imposible en medio de un euforia incontenible. La realidad me devuelve a las miradas repartidas entra la incredulidad y enfado del público, que no parece apreciar la cultura española, entre nervios Andres por fin acierta a parar la sintonía en unos segundos eternos. Afortunadamente por segunda vez en el día, salimos ilesos de este nuevo percance. Eso sí, Andrés ya puedes contar a sus nietos que fue pionero en acercar el folclore tradicional español a una cultura yanqui más propensa al rap o hip-hop.