Aquel proam con mi ‘amigo’ Rory

Tengo el corazón dividido; entre los profesionales que tienen que sufrir las tediosas cinco horas de miércoles de proam y los amateurs que esperan con ilusión su oportunidad de aprovechar la jornada al lado de un profesional. Es incuestionable la importancia comercial del proam y la necesidad de implicación de los pros en este su negocio. Hoy quiero compartir algunas reflexiones y experiencias acerca de estas competiciones:

-Por lo general he detectado que el proam es un comprensible marrón para el jugador profesional y diría que el 50% de ellos se implica.

-Quizás la falta de interés del 50% restante sea producto de la actitud de jugadores amateurs, que en algunos casos, se toman esta experiencia como unas clases particulares. Viví hace no mucho una jornada donde en el hoyo 14 y tras el septuagésimo séptimo rabazo el optimista jugador amateur se volvió a nuestro pro para preguntar por septuagésima séptima ocasión:

-¿Qué he hecho mal?-

El profesional, español (no diré su nombre) con un alarde de paciencia infinita recorrió los 25 metros que le separaban del amateur para intentar por septuagésima séptima vez corregirle, cuando pasó a mi lado le escuché mascullar por lo bajo:

-nacer y empezar a jugar al golf…-

Quizás uno de los proams que más recuerdo fue el del Open de Andalucía de 2008 en Alona Golf. Allí con dos colegas periodistas tuvimos la oportunidad de jugar con un chico de 19 años de pelo largo y rizado, su nombre era Rory Mcilroy.

Recuerdo perfectamente sus hierros largos desde tee, la bola salía como un proyectil, creo que con su hierro 2 desde los tee de salida de atrás sacaba entre 25-30 metros a la salida de nuestros driver desde el tee adelantado.

Cierto es que Rory no fue el más simpático ese día, dicho con otras palabras; fue bastante borde. Nos saludó en el hoyo uno y nos despidió en el 18, entre medias, algunos detalles de falta de interés e incluso educación. La verdad es que yo no le di mayor importancia, pero uno de mis compañeros con más experiencia en estas lides, estaba indignado, tanto que lo primero que hizo al terminar fue escribir una carta de protesta para enviársela inmediatamente al Circuito Europeo. Ahí quedó la cosa.

«Cierto es que Rory no fue el más simpático ese día, dicho con otras palabras; fue bastante borde. Nos saludó en el hoyo uno y nos despidió en el 18…»

A la mañana siguiente comenzó el torneo y nosotros estábamos a punto de empezar a trabajar cuando veo justo a Mcilroy señalarnos y venir con paso firme y rostro serio, justo después de su vuelta. Recuerdo que todavía llevaba un palo en la mano y pensé en lo doloroso que podría llegar a ser el impacto de aquel poderoso swing, putter en mano, en mi cabeza.

Después del acongoje inicial he decir que a Rory sólo le faltó llorar; durante cinco minutos nos estuvo pidiendo disculpas, admitiendo que ‘había tenido un comportamiento muy poco profesional» y que estaba «arrepentido». Obviamente le perdonamos y nos pidió nuestra dirección para mandarnos un recuerdo.

Nunca llegó aquel recuerdo, pero a partir de entonces cada vez que veía a Mcilroy en un torneo, venía hacia a mí a preguntarme y saludarme cortésmente. Con el paso del tiempo, lo siguió haciendo, pero honestamente, creo que no tiene ni idea de quien soy yo.

Lo corroboré en un viaje a Portmarnock con un grupo de amigos, cuando nos encontramos con Rory entrenando. Estuvo encantador y cuando nos despedimos terminó con un «te estoy siguiendo en las redes», cosa que nunca ha sucedido. Igual en el próximo encuentro, me armo de valor y le pongo en situación: -Rory, soy uno de aquellos amateur que un día te denunciamos-.