Ni rastro del parque que sustituye al golf en Chamberí

Ha pasado ya más de un año desde que nuestros amigos de las asociaciones vencinales politizadas del madrileño barrio de Chamberí celebraban con un pasacalles la inminente llegada de las máquinas para derribar las ilegales instalaciones de Golf Canal. Como comentábamos en su día en este artículo, igual de ilegales que resto de instalaciones deportivas como el pádel o fútbol que hoy siguen dando servicio.

Plataformas como Parques Sí Chamberí, el Organillo, o Corazon Verde celebraban el éxito de ‘su lucha vecinal’ sin precedentes. Los vecinos del barrio contemplábamos impávidos cada domingo la manipulación, el populismo y el blanco fácil que supone un deporte, que no supo ni sabe defenderse ni ser capaz de mostrar sus valores. El caso es que la celebración fue por todo lo alto, y no me extraña, motivos tenían; más de una veintena de personas a la calle, más de 300.000 euros de coste de derribo a cuenta del contribuyente (a sumar al ya elevado coste que se pagó para construir la instalación), y miles de madrileños que se quedaban sin la posibilidad de practicar un deporte, entre ellos diferentes colectivos de discapacitados que encontraban una forma de integración con sus cursos subvencionados en el demonizado golf de Chamberí.

La escultura inspirada en la demolición del golf

Las celebraciones y referencias al éxito de la victoria vecinal han sido constantes desde el épico derribo y el conflicto vecinal inspiró a artistas como Raquel Angulo que presentaba el año pasado en la exposición ‘Haciendo Barrio’ organizada en el Centro Cultural Conde Duque, la obra titulada Pirámide de La Corrupción’ pieza maestra y seguramente principal en su trayectoria realizada con las bolas de prácticas del campo asentadas sobre un lecho verde. Intentamos sin éxito recabar información sobre el precio de la obra (en el improbable caso que aún no haya sido vendida).

Obra de Raquel Angulo ‘Pirámide de Corrupción’ expuesta en el Centro Cultural Conde Duque.

Dejemos el arte aparte, el caso es que a estas alturas pensaba que podría quedar con mis amigos del barrio para una partidita de hockey o voley playa, algunas de las propuestas que sustituirían al golf, pero ni rastro de aquellas pista polivalentes que presentó a bombo y platillo Cristina Cifuentas bajo el lema «el parque que quieren los vecinos». El panorama ahora es desolador, las instalaciones siguen abandonadas, las bolas de prácticas esparcidas por el gigantesco tapiz verde (quizás esperando una nueva inspiración de un artista alternativo) y ni rastro del lustroso nuevo parque que al parecer sigue pendiente de permisos. Las administraciones del Ayuntamiento y Comunidad de Madrid se pasan la pelota de unos a otros y al parecer es el Ayuntamiento de Carmena el que lleva ocho meses sin responder a los trámites de licencia que solicitó la comunidad; con las elecciones de por medio, toda la pinta tiene que en 2019 seguiremos sin rastro del parque. Mientras tanto las asociaciones vecinales solicitan sin éxito la posibilidad que se nos permita a los vecinos poder acceder a la explanada ahora abandonada y así ampliar las ‘zonas verdes’ del barrio. Me temo que de momento, tendremos que buscar otro sitio para el botellón.