Hay más de 50 peldaños que separan la Casa-Club de Riviera Country Club de su mítico hoyo 1. Por esas empinadas escaleras han desfilado desde Babe Zaharias, Ben Hogan o Jack Nicklaus hasta Katharine Hepburn, Humphrey Bogart, Jerry Lewis o Dean Martin, pero nadie generó más revuelo que un joven de 16 años en la mañana del 27 de febrero de 1992. Eran las 8:28 y Tiger Woods había tenido que pedir una autorización para saltarse las clases y posponer su examen de álgebra en el Western High School. Estaba preparado para dar su primer golpe de golf en un evento del PGA Tour. Alrededor de medio centenar de periodistas le acompañaban en cada paso, la multitud se agolpaba, entre las escaleras, en los árboles…¡zas! la primera bola del espigado Woods ya surcaba el cielo angelino para aterrizar 256 metros más allá en la calle del hoyo 1. Tiger vestía una gorra blanca, un polo a rayas y unos pantalones plisados. Ya había alcanzado el 1’86 de altura y 64 kilos de peso (unos 20 menos de lo que pesa hoy en día). Woods se recreó en el finish tras su elástico movimiento. Comenzaría el torneo con un birdie.
McLaughlin ya intentó invitar a Woods al torneo con 14 años, «sería como dar un lienzo en blanco a Picasso con 14 años», se justificaba ante el comité del evento.
Algo más de un año antes Greg McLaughlin director del torneo ya era consciente del potencial del jovencísimo Woods, tenía entonces 14 años y McLaughlin no dudó en proponer que le invitaran para la edición de 1991 en uno de los comités del torneo. Sin embargo la contundente respuesta fue unánime, el resto del comité no solo no entendía la propuesta, sino pensaban que Greg se había vuelto loco; «sería como dar un lienzo en blanco a Picasso con 14 años», justificaba McLaughlin.
El director del torneo no supo más de la joven promesa hasta la semana del torneo de 1991 donde Los Angeles Times publicaba la historia de un joven de 15 años a punto de clasificarse en la previa del torneo. Woods llegó al hoyo 18 de Los Serranos con una tarjeta de -6, un par cinco donde tenía un golpe de unos 225 metros de vuelo por encima de un obstáculo para alcanzar el green de dos, el birdie garantizaba su plaza en el conocido ahora como Genesis Invitational, pero el lie de la bola era ligeramente cuesta abajo y Woods la golpeó pesada enviando sus sueños al obstáculo de agua, Tiger terminaría con 69 golpes -5 en este par 74 y se quedaría a las puertas las dos plazas que clasificaban directamente para el torneo. McLaughlin corrió con el periódico visitando al resto del comité del torneo
-Mira, os lo dije…-, anunciaba con entusiasmo. Solo unas semanas más tarde, Earl Woods descolgaba el teléfono.
– Queríamos invitar formalmente a su hijo Tiger a que juegue el torneo de 1992 como amateur-, anunció McLaughlin con tono ceremonioso.
– Señor-, respondió Earl tras una pausa de un par de segundos, «mi hijo estará muy honrado en participar en Los Angeles Open».
McLaughlin había recibido una llamada con una amenaza de muerte dirigida a Tiger y a él mismo por haber permitido ‘que un jugador negro compitiera con los blancos’.
Tiger no se preparó especialmente para el torneo, ya lo hacía a diario para el golf en general. Cerró satisfecho el primer día con 72 golpes. Junto a Tiger caminaron con él toda la vuelta dos guardias de seguridad, era la primera vez que esta imagen se veía en un campo de golf y ni siquiera Tiger la entendía; «no pregunté, simplemente me limitaba a jugar al golf», confesó entonces, ajeno a que McLaughlin había recibido una llamada con una amenaza de muerte dirigida a Tiger y a él mismo por haber permitido ‘que un jugador negro compitiera con los blancos’. Afortunadamente nada de esto trascendió en su momento y Tiger completó sus segundos 18 hoyos con 76 golpes, insuficiente resultado para pasar el corte, pero Woods era feliz y tenía más claro que nunca cuál sería su futuro. Abrazó a su madre Kuthilda y a Dina Gravell, una guapa animadora de su instituto, el primer amor de Woods. Momentáneamente volvía a sus clases de álgebra y a sus torneos amateur, aunque nada sería ya lo mismo.