El 25 de julio de 1992, un avión procedente de Niza aterriza en el aeropuerto de Reus. Hasta aquí todo parece normal. De la aeronave comienza a desfilar la mayor concentración de talento que ha podido juntarse jamás en un conjunto colectivo en la historia del deporte. ‘Magic’ Johnson, Larry Bird, Charles Barkley, Clyde Drexler, etc…, y por supuesto Michael Jordan, para muchos el mejor deportista de todos los tiempos. ‘Air’ Jordan y el resto del Dream Team norteamericano van a vivir dos semanas de ‘extrañas vacaciones’ mientras conquistan el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Lo primero que sale del avión tras los jugadores son los palos de golf de Jordan.
En el golf de El Prat cada como cada tarde de verano, el joven Gorka Guillén (hoy en día trabaja para IMG como manager de Francesco Molinari), exprime su handicap 6 con el sueño de parecerse a su ídolo, el desaparecido golfista Payne Stewart, ganador de tres majors hasta su fallecimiento en accidente aéreo en 1999. La otra pasión de Gorka es el baloncesto y vive estos días con ilusión, ya que su padre (el prestigioso Doctor Guillen) le ha conseguido entradas para ver al Dream Team. Se rumorea que ya están en la ciudad. Gorka tiene 15 años y un compañero del club interrumpe su entrenamiento con la voz acelerada.
-Michael Jordan está jugando al golf-. Automáticamente Gorka suelta el palo y se dirige al hoyo donde su ídolo baloncestístico está pegando a la bola. El corazón va a mil. No terminará ahí su sorpresa. Jordan está jugando con un amigo, con Eduardo de la Riva (padre) y un cuarto integrante de la partida. Gorka no da crédito cuando descubre que el último integrante de la partida es nada más y nada menos que su idolatrado Payne Stewart. El mítico golfista americano ha acudido unos días a Barcelona invitado por Jordan. Gorka que había estudiado en Estados Unidos, se desenvuelve con fluidez en inglés y se convierte en cicerone de la partida, mostrando las trampas y los secretos de su club. «Solo empecé a describirles los hoyos… qué le voy yo a enseñar a Payne Stewart…» recuerda. Al día siguiente a las 9 de la mañana Jordan y Stewart estaban de nuevo en el tee del hoyo uno, y pidieron al joven Gorka y al profesional Román Taya si les apetecía unirse a ellos. «Nos jugamos 100 dólares» recuerda Gorka, «y nos ganaron en el hoyo 18, cuando fui a pagar a Payne Stewart no quiso cogerme el dinero, pero Jordan se llevó con satisfacción el de Román», recuerda entre risas.
Apuestas dentro y fuera del campo
Durante dos semanas Jordan acudió casi a diario al Prat y Gorka se convirtió en su compañero inseparable de golf. «Jugábamos 18 hoyos por la mañana, luego, él jugaba con los socios partidas de dinero y a última hora de la tarde jugábamos los dos solos algunos hoyos sueltos, algún día llegó a jugar 45 hoyos». Muchos días Jordan enviaba a su chófer a casa y se quedaba en el club hasta que caía la noche, era el padre de Gorka el que llevaba a Jordan al hotel. «jugaría como un handicap 6, le pegaba bien y recuerdo sus palos largos y los grips, que eran como empuñaduras de raquetas de tenis», comenta Guillen. Los únicos días que fallaba a su cita con Gorka era porque iba a Mas Nou a jugar con compañeros del equipo o con el entrenador, pero jugó al golf cada día de su estancia en Barcelona hubiera o no partido de baloncesto. «Algunos días llegaba con gafas de sol y mala cara; ¿Cansado por el partido de ayer?,», le preguntaba Gorka. Jordan la confesaba que no había dormido en toda la noche jugando al póker con Larry Bird o Magic Johnson, pero no perdonaba ‘sus partidos de golf’. Por la tarde se juntaba con seis o siete jugadores y cruzaban apuestas. Incluso iban más allá del golf. «También apostaba con los socios por los resultados del baloncesto», confiesa Guillen.
En una ocasión unos socios le retaron diciendo que su equipo no iba a ser capaz de ganar el partido del día siguiente por más de 40 puntos. Jordan aceptó. Era la semifinal contra la Lituania de Sabonis y Jordan estuvo más inspirado que en otras ocasiones anotando 21 puntos, asistencias y rebotes. Estados Unidos ganó a Lituania por 51 puntos y al día siguiente lo primero que hizo ‘Air’ Jordan al llegar a El Prat fue recaudar el dinero ganado en la apuesta. En aquella época no había móviles y Gorka esperaba a su ídolo cada día en el campo a las nueve de la mañana. No volvieron a encontrarse hasta al última Ryder Cup de París. En el tee del uno, Gorka se acercó a Jordan presentándose como el manager de Francesco Molinari. «Estuvo muy atento felicitándome por el rendimiento de mi jugador». Y acto seguido le enseñó las fotos de sus encuentros golfísticos del año 92. «Alucinó y me reconoció enseguida. Se acordaba de todo». Ambos se abrazaron 26 años después.
Jordan, Tiger, Jiménez y Lara…la partida de ensueño
Otra de las pasiones de Jordan son las motos, y por ello durante cuatro años Jordan acudió cada temporada a Valencia con motivo del Gran Premio de Motociclismo de Cheste, por supuesto en golf estuvo siempre muy presente en su agenda. La primera vez, Carmelo Ezpeleta (director general de Dorna) organizó un partido con Seve Ballesteros en El Saler. Francisco Contreras, director de El Parador de El Saler, recuerda perfectamente aquel mítico partido. «Fue la conducción de buggie más interesante de mi vida», recuerda. «Era muy grande, no de altura sino de envergadura, tuvo que comer de lado». Jordan ganó a Seve en aquella ocasión, aunque un año más tarde Seve se tomaría la revancha en el también valenciano campo de golf de El Bosque.
«Yo jugaba 18 hoyos y me retiraba, ellos seguían jugando, no podía seguir el ritmo de 36 hoyos diarios, cena y fiesta»
José Manuel Lara
Precisamente fue en ese campo donde el profesional José Manuel Lara conoció a Jordan. «Me llamaron un tarde preguntando si me apetecía jugar 9 hoyos con Michael Jordan, estaban buscando un profesional y por supuesto allí fui». Esos nueve hoyos se convirtieron en cuatro días de golf, cenas y fiestas por Valencia. Lara se convirtió en uno más del grupo de Jordan y habitual de los mejores reservados y marisquerías de la ciudad. En el grupo también estaban otros amigos íntimos de la estrella del basket como el ex jugador Charles Oakley y un par de jugadores de beisbol conocidos. «Venía de ganar en Honk Kong y estaba jugando muy bien, le gané todos los días. Él jugaría un handicap 1». «Yo jugaba 18 hoyos y me retiraba, ellos seguían jugando, no podía seguir el ritmo de 36 hoyos diarios, cenas y fiestas», asegura Lara que se lamenta de haber perdido el contacto con la estrella. «Me dio su teléfono y durante un tiempo mantuvimos el contacto, cuando yo jugaba bien un torneo, me enviaba un mensaje, siempre firmaba MJ, desgraciadamente cambié de móvil hace un tiempo y perdí todos los teléfonos, incluido el de Jordan…cosas que pasan, nos volveremos a encontrar», se consuela. Lara recuerda como Jordan le invitó a su casa a Chicago a jugar en Medinah: «hacemos un partido y escogemos cada uno un profesional», me dijo completamente serio. «Yo escojo a Tiger», se apresuró Jordan, como si Lara se lo fuera a quitar…,:»pensaba que me vacilaba», recuerda Lara, «pero me lo dijo completamente en serio». Viendo la incredulidad de Lara, Michael Jordan se reafirmó: «Tiger es como mi hermano pequeño, si yo le llamo, viene…¿y tú? ¿a quién escoges?», insistió. Lara pensó durante unos segundos y le dijo que escogería al Pisha (Miguel Ángel Jiménez). -Me gusta mucho ese tio-, concluyó Jordan.
El milagro de Medinah de Pedro Fernández
Pedro Fernández creció como muchos niños de su generación (Cartagena, 1978) con un póster de Michael Jordan presidiendo su habitación. Arrastraba los desvelos de las narraciones de Ramón Trecet y cuando las luces se apagaban, soñaba con esos vuelos imposibles del 23 de los Chicago Bulls. Fue siempre su inspiración, su motivación, la que le llevó a convertirse en jugador profesional de Baloncesto. Su brega, sacrificio y sus 208 centímetros le hicieron entregarse a los tableros de equipos ACB como Caja San Fernando, Gran Canaria, Fuenlabrada, Lugo, Bilbao o el Murcia, equipo donde tuvo que poner fin a su trayectoria tras 15 años de carrera y una espalda destrozada. Pese a no cruzar jamás sus pasos con Jordan, la estrella seguía siendo su referencia y siempre estuvo presenta a pesar del giro radical que dio su vida, cambiando el aro por el hoyo de golf. Pedro Fernández se aficionó y apasionó a este deporte, tanto, que terminó en convertirse en su forma de vida. Otro ídolo, Miguel Ángel Jiménez se cruzó en su vida y establecieron una amistad y relación profesional que todavía hoy perdura intacta. Faltaban solo unos meses para la mítica Ryder Cup de Medinah, en Chicago cuando Pedro llamó a su amigo Miguel Ángel Jiménez, vicecapitán a las órdenes de José María Olazábal en esa mítica Ryder Cup de 2012.
-Pisha, necesito un favor-, se escuchó al otro lado del teléfono. Pedro era consciente de que Jordan estaría en aquella Ryder jugada en su campo, así que decidió encargarle el reto a su amigo Miguel Ángel de conseguir una foto firmada por su ídolo Michael. El golfista malagueño se mostró solícito y la conversación terminó como tantas otras veces.
Un par de días más tarde el teléfono volvió a sonar, en este caso el de Pedro. El acento churrianero cantaba al otro lado de la línea. -Perico, he pensado una cosa con lo de la foto-, tras unos segundos eternos de silencio, la pausa dramática terminaba con ‘el bombazo’ de Jiménez:-Por que no te vienes a la Ryder y le pides la foto tu mismo-, El silencio cambió ahora de bando. Pedro pensó que su amigo le estaba vacilando.
-No tengo otra cosa que hacer ahora que irme a Chicago-, le espetó ya sin mucha gracia. Pero Jiménez, consciente de poder multiplicar el sueño de Pedro, lo decía muy enserio. No se trataba de cortés palabrería, era una invitación en toda regla, en el avión del equipo, en el hotel oficial…sería el invitado del vicecapitán de la Ryder Cup de 2012 y podría conocer a Michael Jordan. Pedro no tuvo ni que pensar.
Una vez en Medinah en los días entrenamiento, Pedro conducía el buggie de Jiménez mientras el malaguaño recorría todo el campo dando instrucciones a unos a otros, y organizando toda la logística para su capitán Olazábal, precisamente fue el doble campearon del Masters el que viendo como se desenvolvía Pedro no lo dudó. «-¿Te apetece trabajar un poco?, lo que no se es si habrá uniformes de tu talla…». Dicho y hecho, Pedro se encontró como uno más del equipo Europeo al servicio del capitán y sorprendentemente con la ropa de su talla, una semana inolvidable, aunque aún faltaba la guinda.
Se me olvidó el inglés, se me olvidó hablar y se me olvidó todo, solo acertaba a tocarle la mano como un imbécil… Jordan me ofreció un puro», recuerda.
Pedro Fernández
El viernes, todavía no había aparecido Michel Jordan. Y Pedro empezaba a impacientarse, pero revive el momento; «de pronto empezó a temblar la tierra. La gente se apartó, la Ryder Cup se paralizó por completó y pasó a un segundo plano, recuerdo que estaban en el tee Bubba Watson e Ian Poulter…y Michel Jordan llegó al tee del hoyo uno». Jiménez hizo de introductor: «se me olvidó el inglés, se me olvidó hablar y se me olvidó todo, solo acertaba a tocarle la mano como un imbécil… Jordan me ofreció un puro», recuerda. «Me dijo que el golf y los habanos es la mejor combinación posible». Tras el shock inicial ya pudieron hablar tranquilamente e incluso volverían a reencontrase en Gleneagles.