Han pasado muchas cosas en los últimos años; Donald Trump se convertía en el 45º presidente de los EE.UU, tuvimos a Francisco como el primero Papa americano de la historia, el ‘Despacito’ de Luis Fonsi fue número 1 en más de 45 países y Tiger Woods ha perdido pelo y quizás efectividad en los momentos clave de una vuelta de golf. Sin embargo ha vuelto. Probablemente no como aquel jugador determinante, casi invencible, pero si con la suficiente capacidad de pelear por majors y plantar cara a la historia y a Jack Nicklaus. Siempre he sostenido la tesis de que la vuelta de Tiger era positiva para nuestro deporte, solo hace falta darse una vuelta por las redes sociales o comprobar las audiencias. También comenté en su momento dorado que incluso un Tiger cojo sería competitivo, que se lo digan si no a Rocco Mediate. Aunque este Tiger este a un 60% de lo que fue el otro Tiger del comienzo de siglo XXI, ya tendremos alicientes suficientes para divertirnos.
Recuerdo el año 96 cuando un tal John Ziegler se convirtió en el pastor de la primera iglesia de Tiger Woods. Crearon una web bajo el dominio www.tigerwoodsisgod.com, unos mandamientos e incluso oraciones para honrar a su ídolo. Fue a raíz del accidente que rebelaba sus infidelidades en 2009 cuando Ziegler decidió cerrar la iglesia acusando a su mesías de ser un «adúltero en serie, mentiroso flagrante y cobarde egoísta». Durante un tiempo mantuvo su web y su infraestructura con un enfoque titulado ‘la condenación de Tiger Woods’. Pues bien, una vez muerto y condenado a los infiernos, esta semana hemos vivido un nuevo capítulo que debería hacer reconsiderar su postura a Ziegler; para dar el paso hacia ‘la resurrección de Tiger Woods’.
Tiger finalizó segundo empatado en el Valspar a un sólo golpe del ganador Paul Casey, pero no fue un día cómodo para el californiano. Sin acierto generalizado en ninguna faceta de su golf, tuvo más trabajo Woods por mantenerse que por atacar a sus contrarios. Se plantó en el tee del 17 a dos golpes de la cabeza. Un tiro a green ramplón más en la tónica del día y un putt complicado de unos 15 metros. Entonces, el tiempo se detuvo, volvimos a esos locos años, donde sólo Woods era capaz de hacer magia con sus palos, especialmente con el putter, donde todo era posible, donde el Tigre destrozaba a sus rivales con puñetazos al aire celebrando cada bola que desaparecía en el hoyo en el momento oportuno para hacerlo