El amargo canto de los pájaros en Augusta National

Ya es oficial. No habrá patronos (público) en Augusta National este año. La calle más famosa del golf, Washignton Road, desangelada, sin el trasiego de peregrinos con la ilusión de pisar la prometida tierra verde. Sin los que portan los cartelitos con el ‘I need tickets‘, sin los que alquilan los aparcamientos de sus casas, desde 20 a 60 dólares diarios, dependiendo de la proximidad al campo.

Este año en el Masters de Augusta el Hooters estará silencioso, sin borrachos contando lo cerca que han estado de Tiger mientras Miss Idaho se pasea en bikini por el escenario moviendo trasero y arengando a las masas con sus gorras del Masters recién estrenadas. En el parking ya no estará el gigantesco motorhome negro de Jon Daly, ni su mercadillo.

¿Serán verdes las mascarillas? ¿A juego con la chaqueta? La media de edad de los socios de Augusta National invita a a tomar precauciones.

Este año en el Masters de Augusta no habrá colas en las tiendas, ni probablemente merchandaising, ni empujones para comprarse un sandwich de pimiento-cheese por dólar y medio. Este año no habrá terraza, ni limonada a las puertas de la casa-club, mientras se entremezclan enchaquetados Nickclaus, Player o Condolezaa Rice.

Este año en el Masters de Augusta no se verá la silueta de Sergio Gómez (mítico manager de Olazábal) sentando en el banco de la entrada a la casa club. Sigue descansando en paz, amigo.

Un Masters de Augusta sin ovaciones, sin run-run, ¿sin pares tres?, sin calor, sin tradiciones. Aunque duela, cada vez comprendo más las decisiones del Open y la Ryder Cup. No me gusta este Masters.

Recuerdo cuando jugué Augusta National, el lunes después del torneo. Lo que más me llamó la atención fue el silencio. Podía hasta escucharse el canto de los pájaros -una maravilla- pensé entonces.