Un imprescindible ‘desconocido’

ESTELA GOLF

Pensé que el fantasma de Old Tom Morris podría aparecer entre los arbustos. La primera impresión en el tee del hoyo uno fue sorpresa. La fresca brisa del Atlántico, el paisaje, las dunas; una atmósfera que sólo con cerrar los ojos evoca los más puros y centenarios links de Escocia o Irlanda.

Pero estamos a sólo 120 kilómetros de Vigo, a 30 de Oporto. En el corazón de una zona agreste dominada por invernaderos y playas salvajes refugio de naturistas y apasionados de las tablas, las velas y el viento. Si está joya estuviera en el Algarve habría bolazos por jugar.

El inicio puede ser una experiencia prometedora, si el viento lo permite, par cinco amable si eolo está a favor, aunque el  predominante suele ser el contrario. El viento va a ser casi siempre compañero fiel durante todo el recorrido, que el logo e imagen de Estela sea un molino de viento, recobra todo el sentido solo con pisar el primer tee. Más tarde nos encontraremos el molino a la altura del hoyo 6. Los primeros hoyos transcurren bordeando el Atlántico y sus playas. Cada green, una postal. Las calles son más bien estrechas, ahí esta el hoyo tres para corroborarlo. Par cuatro largo; el más difícil de Estela. Los grenes son en general, pequeños y elevados. No hay consuelo para los rabazos.

El diseñador portugués Duartte-Sottomayor fue el artífice de Estela Golf en 1989. Discípulo de Robert Trent Jones, perfiló su obra de la forma más natural posible, aprovechando cada centímetro de los tres kilómetros de costa que posee la finca. Prácticamente no hay búnkers de calle y tampoco se les echa de menos, las calles son lo suficientemente complicadas. Quizás sea éste uno de los puntos por los que los más puristas rechazarían la denominación de Estela Golf como campo links. Ausencia de búnkers, hierba bermuda y un par de obstáculos de agua dulce emborronan ese espíritu de esos campos que ‘conectan’ el mar con la tierra. Según libro de George Peper y Malcom Campbell “True Links”, sería mejor definirlo como campo costero. Cataloguen como quieran Estela, para mí, un campazo.

La segunda vuelta comienza de nuevo desafiando los vientos del Atlántico y tras los primeros hoyos, el campo serpentea hacia el interior, el 13 y 15, dos interesantes pares cinco, ambos dibujan un dog-leg a la izquierda y cada uno se juega en un sentido del campo. La casa-club espera en lo alto del 18, momento de repasar la vuelta y seguir disfrutando de las privilegiadas vistas. Aunque la carta resulta muy corta (admite comida por encargo) si sorprenden los precios; un hamburguesa por sólo tres euro

Una experiencia completa, sorprendente y asequible para un campo con un greenfee que puede oscilar entre 60-75 euros.

Pese a que en 1991 fue sede del Open de Portugal, y en las principales guías aparece entre los cinco mejores campos portugueses, sorprende la poca fama de un campo que seguro provocará el deseo de volver a pinchar la bola en el tee del uno. Nosotros ya lo estamos deseando